viernes, 25 de junio de 2010

Cómo corretear la chuleta: en un cibercafé

Texto de DANIELOV

Como les iba diciendo en la entrega anterior amigos, una vez hube terminado mi relación laboral con el entonces recién formado grupo BBVA Bancomer, seguí con mis estudios de prepa como si nada. Bueno, reprobando una que otra materia y yendo a extraodinarios, pero nada más extraordinario que los exámenes mismos.

Fue alrededor de diez meses después, en mi máxima etapa de vagancia ever, que decidí trabajar de medio tiempo para costearme mis vicios (revistas juveniles donde apareciera mi top idol en esos entonces, amén de cómics, golosinas y camisetas con logos de superhéroes). Como verán, el anhelo por el auto pimpeado era cosa del pasado...

Así pues, fui con un camarada a una serie de entrevistas para becas laborales ofrecidas por el Servicio Estatal de Empleo, de donde fuimos canalizadoS a a un cibercafé ubicado al otro extremo de la ciudad. Recorrido al trabajo no tan engorroso como pudiera pensarse, por cierto, ya que una sola ruta de urbano hace el recorrido directo en menos de media hora (lo que es vivir en un pueblo bicicletero).

Mis labores allí no eran nada del otro mundo. Cuando llegaba ya había abierto otro colega, entonces era plantarse y esperar a que llegara la gente, mantener actualizados los antivirus... cosas así.

El asunto era que, además, había servicio de venta y soporte a equipos de cómputo. Allí fue donde aprendí a meterles mano a las PeCesotas, al grado de armar la mía propia un año después. Junto con ello, la mujer del patrón se sentía ama y señora del changarro, por lo que nos ponía a "diseñar" (yo entonces ni idea tenía de lo que de veras era Diseño, así, con mayúscula) invitaciones y recuerditos para eventos sociales de sus amigochas. Diseñados en Power Point y Word, claro está; nada de programillas de Adobe o Corel, por Diosss, cosas de diseñadores nacos muertos-de-hambre. MS Office era (y es) lo de hoy.

Allí también aprendí lo que era hacer cortes de caja, llevar registros de venta y llenar comprobantes fiscales. También ofrecíamos servicios de captura y/o traducción de textos, auxiliados por un traductor digital que teníamos instalado (eran tiempos pre-Google Translator y pre-Word Reference, entiendan). Como la traducción que arrojaba este artificio era acartonadísima, ya luego teníamos que corregirla. De allí mi inicial habilidad (u lo que sea) con el inglés, reforzada años después en escuela de idiomas y toda la cosa.

Lo único nefasto, además de la protopatrona, era el otro pseudopatrón, un compañero que hacía exactamente lo mismo que yo, dos años más viejo y dos palmos más chaparro que yo, cholillo a morir, copia casi exacta de Edson Zúñiga "El Norteño" (ya saben, el vato que hace del Compayito con los taradetes televisos metidos a comentaristas deportivos).

Este mozalbete engreído gustaba de gritarme delante de la clientela, sobre todo si estaba conformada por muchachas. A partir del mes de estar allí me puso a barrer, trapear, lavar el baño e ir por las tortas a la tienda dos veces al día; no que eso fuera malo por sí mismo, pero no lo hacía ÉL y me lo imponía como tarea denigrante desde su torcido y morboso punto de vista. Gustaba de hacerme quedar mal con la gente aunque yo fuera quien terminara resolviendo la mayoría de las contingencias que se dieran en el local (cortes de luz, fallos en la mezosoica conexión a Internet por módem telefónico, atascos de papel en las impresoras, etcétera). Muchas veces regresaba a casa con mi adolescente corazón compungido, con vivos deseos de llorar.

Además, fue en ese tiempo cuando me dio por engullir lo que se cruzara en mi camino, cual todo un tragaldabas. Allí mismo vendíamos refrescos, productos Sabritas y Ricolino. Aún cuando a nosotros nos cobraban los productos al mismo precio que al público, creo que buena parte de nuestra miserable "beca laboral" ($1,090 devaluados de hace 8 años) se me iba en vaciar los estantes de producto. Doritos Nachos con salsa, Pasitas con Chocolate, Bubulubus y Senzaos eran mi alimentación básica. Fue así que llegué al fantástico peso de 92 kilos... bueno, eso más o menos es lo que peso ahora de vuelta, pero, pero... siempre sí es más mortal pesar eso a los 17 años que a los 25. ¿O no?

Aaah, ya me acordé: otra cosa que nunca me gustó del lugar fue la falta de honestidad de dueños y empleados por igual. La salsa Valentina para las frituras debía ser rebajada con agua, se metían refacciones genéricas para las computadoras, los equipos se limpiaban con Fabuloso y no con productos especializados, se le cargaban a los clientes inexistentes minutos de uso de Internet, entre otras linduras. Mi sentido de ética se mantenía siempre vibrando en ese lugar.

Total que finalizaron mis cuatro meses de beca y se me presentó la opción de quedarme allí, ahora sí recibiendo mi paga de los dueños del changarro y no del gobierno. Pffft, ya mero me iba a quedar ahí con el cholillo ése que gustaba de buscarle problemas a las soluciones. Me fui corre y corre para nunca más volver.

Después de ello, ¿de qué viviría? ¿A qué me dedicaría? ¿De dónde sacaría para las maquinitas? La respuesta, pronto. Eso espero, al menos.

Continuara...

4 comentarios:

Pith Zahot, El enemigo público dijo...

Cuántas décadas hace de eso...?

Fíjese que esa alimentación que usted tenía es la ideal... claro, la ideal en mis sueños... lo malo es que a mí me hace falta dinero para rellenarme.

Vientos, esperaremos su siguiente aventura en el mundo trabajal (o algo así)

Krstn dijo...

Supongo que todos tenemos comienzos díficiles. Mi primer empleo fue en una joyería de tiempo completo donde ganaba 360 miserables pesos a la semana, sin mencionar que la jefa era una bruja, la cual me utilizaba como niñera de su pequeño engendro...

Lo bueno que no fue por mucho tiempo.

Alchemywen dijo...

Muajaja, por un momento me sentí la más mocosa del blog y creo que lo soy xD, pero hum... *pensando en las ventajas* no me preocuparé por crecer xD.

Nu quiero tener jefes malvados! Qué miedo xD

Jajaja, buena entrada, sorry por no pasar antes

Nus vemos
Chau

Novak dijo...

Todo eso hacías en ese pinche Cyber? No no no eso si es explotar, solo faltaba q contaras que te cobraban las horas de Internet al doble porque le quitabas la oportunidad a un cliente y generabas pérdidas a la empresa jajajaa.

Nuy buen post, bien narrado =)