martes, 11 de enero de 2011

Un dolor cegador

Imaginen por un momento la siguiente situación con todas sus aristas:
Resulta que un día cualquiera al despertar, sufren de un tremendo dolor de cabeza, punzante, constante y agobiante. Definitivamente, no será un día normal, empezando por el hecho de que el dolor es tan intenso que no les será posible asistir al trabajo, pues no les dejaría desempeñar libremente sus actividades. No porque no tengan la capacidad, pues sus manos, pies, ojos, boca, cerebro, etcétera, se encuentran bien, sólo que el dolor nubla las habilidades, retraza los reflejos y combustiona las cadenas de ideas convirtiéndolas en cenizas.

Ahora bien, es lógico pensar que el estado de ánimo no será el mismo, el humor varía considerablemente. No soportan que las personas les hablen, o si acaso no les molestara tanto, tendrían que ser temas que no fueran difíciles de comprender, pues forzar su mente equivaldría a echarle leña al fuego. No es precisamente que estén enojados y echando chispas, simplemente que no es tan fácil conservar una sonrisa en el rostro en todo momento.

El día es largo y tedioso, su cuerpo pide a gritos –como es normal—su actividad física, salir a la calle, gozar de los rayos del sol, la compañía de personas y la convivencia cotidiana; todo lo cual es imposible disfrutar con dicha dolencia aquejándoles. Ah, pero además la gente no quiere venir a visitarlos a ver cómo se encuentran porque 1) todos tienen cosas qué hacer, 2) no todos están dispuestos a aguantar el humor que se cargan hoy o 3) no es algo de tanta gravedad… ¿o sí?

Por si faltara algo, los analgésicos más potentes no hacen efecto y la jaqueca continúa, todo movimiento brusco lo aumenta, los destellos de luz son puñales para sus ojos y el aburrimiento los estresa más. No pueden ver televisión porque… duele, no pueden utilizar la computadora ni nada por el estilo. En todo caso escuchar música relajante, si bien les va. ¡Bah, pues si no pueden ni prepararse una comida elaborada porque el maldito dolor se intensifica! Así pues, pasarán el día entero como ancianitos quejumbrosos en la cama. Pero ¿y si el dolor se extendiera por dos días?, ¿tres?, ¿una semana?

Ahora, les explico toda esta letanía:
Es lógico que a la gente en general le cueste trabajo, por más que se esfuerce, el comprender lo que es estar ciego. Por ello, como un ejercicio de reflexión decidí utilizar esta metáfora para darles una idea más clara de lo que es. Los que sean observadores ya habrán ligado muchas de las características de la circunstancia planteada arriba a lo que significa carecer de la vista, pero aún así, arrojaré más luz sobre la comparación.

Para empezar, notarán que tanto la jaqueca como la discapacidad visual son constantes; es decir, no es intermitente, puesto que se sufre cada segundo del día. Por lo tanto, es imposible olvidarlo o dejar de pensar en ello. Igualmente, aunque no incapacita el cuerpo entero, sí merma considerablemente la realización de actividades simples, tanto seglares como necesidades básicas personales.

También afecta directamente las actividades de esparcimiento y las relaciones personales, debido, en gran manera, al estado de ánimo del individuo que también se ve minado frecuentemente.

¿Notan lo parecido de las circunstancias? Y todavía si quieren encontrarle más detalles, regresen a leer nuevamente la metáfora con todo el cuadro en mente. Es fácil imaginarse lo que es sufrir una jaqueca un día entero, pero imaginen padecerla durante meses o años sin interrupción ni disminución. Definitivamente, todo tipo de discapacidad tiene sus lados más oscuros, pero sin duda la discapacidad visual es una de las más desesperantes y desgastantes en el sentido emocional y/o psicológico, puesto que aunque se es una persona normal en todo otro aspecto, no sirve de mucho en la práctica, pues todas las demás capacidades físicas se ven directamente afectadas.

Teniendo esto presente, podrán comprender un poco más el entorno en el que tengo que desarrollarme a diario; intentando entre otras cosas, superarme a mí mismo, parecer normal ante los demás, mantener un nivel intelectual promedio a pesar de las trabas que pone este mundo, luchar contra los sentimientos de inutilidad, tener el carácter suficiente para olvidar por ciertos momentos que soy ciego, mantener la máxima atención en el entorno que me rodea tanto al desplazarme, percibir gestos y expresiones de mis interlocutores y con todo eso tratar de estar de buen humor… y la lista es extensísima.

Claro, la gente como yo necesitamos que nos traten como a personas normales sin hacernos notar a cada momento nuestra incapacidad. Pero al mismo tiempo conservar un equilibrio, comprendiendo la situación y los probables desequilibrios emocionales que nos aquejan esporádicamente.

Por tanto, la moraleja es: nunca tengan una jaqueca cuando estén ciegos…¬¬

8 comentarios:

Danielov dijo...

Obviamente no es gran cosa en comparación, pero cuando se es miope y se le han roto a uno los lentes puede también llegar a ser desesperante, y más cuando en el taller tardan hasta semanas en repararlos. ¬¬

Como sea, me congracio en sus pesares, amigo. Ya sabe que se le estima.

Elly dijo...

No es que no diga que yo nunca haya tenido una jaqueca de las malas (de esas en las que crees que la cabeza te crece como que dos tallas y todo lo que se acerque a ella hace que vibre de forma notable).

Sin embargo, a pesar de las razones que me has dado, en las que reconozco que hay veces que no te apetece sonreir, tengo que mencionar, que la ceguera no la veo como uno de los mayores impedimentos de este mundo.

Hace un año o así, me mandaron un vídeo que cambió mi forma de ver el mundo. En el que lo imposible, comprendí que podía ser posible. El hombre del vídeo, (que más abajo añado cortesmente) carece de extremidades (ni brazos, ni piernas) es el más increible, impresionante ser que ha pisado la faz de esta Tierra, porque él ha conseguido lo que nadie se esperaba, lo que todo el mundo daba por perdido. Nació y vivirá así toda su vida y ahora se dedica a abrirle los ojos al mundo. Puede que incluso a los ciegos.

Sinceramente, yo no me perdería esto por nada del mundo. Como el dueño del circo le dice, en varias ocasiones: ES MAGNÍFICO.

Puede que se haga un poco pesado al principio, pero merece la pena verlo entero. Os lo aseguro.

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=9582NStUdqU

Esta es la primera parte, ahora os dejo la segunda.

http://www.youtube.com/watch?v=BUBPX28_mAE&NR=1

Danielov dijo...

Claro, la cultura de mercado y producción, auxiliada con tantos programas de autoayuda que hoy se pueden encontrar, se han regodeado en mostrarnos gente como este señor de los vídeos mencionados arriba (quien, por su parte, ya ha hecho una pasta gansa con sus libros) al adoctrinarnos en la máxima: "hay miles peores que tú, entonces no tienes ni derecho a sufrir por tu caso particular".

Claro, esa mentalidad espera "éxito" con el simple hecho de tener "buena ondita" y ganitas de que la realidad a nuestro alrededor se transforme por nuestra mera voluntad (tal como plantea la "Ley" de la Atracción).

Y luego es uno el que no es empático...

Khristi dijo...

Ps yo no sé qué se siente (aunque estoy bien miope tal como el Sr. Danielov), y solo me imagino que debe ser muy pero muy difícil vivir así. Yo no deseo por nada del mundo pasar por las mismas circunstancias. Pero es como cuando una persona tiene alguna enfermedad: sufre el enfermo y los que lo rodean... así que todos necesitan ser pacientes, comprender y ser comprendidos.

Anónimo dijo...

He tenido esos dolores de cabeza, y no creo por nada que pueda compararlos a lo que tú tienes que vivir todos los días.

Una incapacidad -de cualquier tipo- cambia la vida de quien la padece y de sus familiares pero también es cierto que enseña a éstos y muchos más a apreciar la vida con todas sus dificultades.

Un abrazo y mi admiración para ti ;)

la MaLquEridA dijo...

Sospechaba que algo pasaba contigo pero no estaba segura de que era lo que padecías, gracias por decírmelo.

He sufrido esos dolores de cabeza que no se quitan por días y he creído morir. Y también he tratado de moverme con los ojos cerrados y creo que no podría sobrevivir, claro es mi percepción porque no estoy ciega pero siento que eso pasaría.

Pero también el tener una enfermedad como la mía es desgastante porque vas viendo como tus capacidades van disminuyendo y como tienes que hacerte valiente para que los que te rodean no sufran.

Cada quien debe vivir sus circunstancias. Si yo estoy enferma yo soy la que sufre y mis familiares también pero no estoy de acuerdo en eso que miles de veces me han dicho ¨Hay personas peor de enfermas que tu¨ yo lo sé, pero yo no vivo con esas personas ni soy esas personas.

Quizá suene egoísta pero cada quien sabe lo que pesa el costal que carga, nadie más.

Saludos y mi admiración para ti.

Jonathan R. dijo...

Definitivamente me sentí identificado con el comentario de Danielov. Ser miope no se compara con la ceguera, pero es lo mas frustrante que he conocido. Hasta el día de hoy no he podido encontrar nada sin los lentes puestos. Cada vez que lo intento es como si se nublara mas mi vista, y eso que ya no veo casi nada, y para colmo enseguida se me pega el dolor de cabeza. Así que cegato y adolorido.
Es que los lentes a veces tienen una habilidad para esconderse. Los dejas en la mesa y al voltear la cabeza, ya no están.
Es frustrante, y es constante, y lo triste es que no se puede curar del todo, sino hasta los 21 años (fecha en la cual "supuestamente" la miopía para de aumentar).
Te entiendo por completo Pith, de principio a fin.

Eny dijo...

Pues sencillamente no se que se siente :S debe ser frustrante, te admiro, yo no creo poder ser capaz de caminar a ciegas