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Todos sabemos que hay momentos en la vida en que es maravilloso encontrarse con un amigo de la infancia luego de años de no saber nada de él.
Así le sucedió a su servilleta, y como es lógico, no quisimos dejar pasar la oportunidad de irnos a comer juntos, ya que disponíamos de unas horas libres, y ya de paso, también tomar unos alimentos.
Y es que con tanto tiempo sin vernos, teníamos mucha gente qué comer. Así que el chisme empezó en cuanto subí a su automóvil.
Al llegar al restaurante, escogimos una mesa cómoda, amplia y apartada donde pudiéramos estar a gusto, puesto que lo que teníamos qué decirnos era de gran trascendencia.
En seguida fuimos atendidos por una mesera que… bueno, con decirles que en cuanto nos tomó la orden y se retiró para traernos lo que le pedimos, mi amigo la devoró con la mirada. Ya se imaginarán cómo estaba.
No tardó mucho en regresar la chica con nuestros platillos, y mi amigo seguía alimentando su imaginación.
Entonces no tuvimos más fuerza de voluntad, y sin poder soportarnos más (las ganas claro, él y yo nos caemos rebien), comenzamos a comernos una gordita de carnitas. Y es que me empezó a contar unos chismes de ella… sobre todo porque nos caía bien gorda a los dos. Y vaya que está gordita de carnitas, de cachetes, de papada, etc. Entonces sí empezamos a degustar nuestros platillos, para que no se enfriaran.
Cuando estábamos en eso, se le ocurrió preguntarme al muy infeliz, que si sabía cómo se hacían los bebés. --¡Por favor! ¡Pero si estás en la universidad!--, le dije indignado. Y él me insistía que le dijera cómo era que se hacían los niños. A pesar de mi incomodidad, tuve qué contestarle y le dije:
-Pues… se hacen… bueno, depende mucho.
-Pero ¿depende de qué? –Me preguntó el descarado. –Pues… depende de lo que coman, así se hacen, idiota…
Él asintió, y continuamos comiendo gente. Mientras estaba contándome sus vivencias, extendió la mano y tomó una pierna de pollo sin que yo pudiera detenerlo. Entonces ocurrió lo inevitable: la chamaca agredida le hizo comerse tremenda bofetada, que a mi amigo no le quedaron ganas de contestarle, y ella se alejó súper enchilada.
Pero la cosa no paró ahí. Cuando terminamos con nuestros alimentos se me antojó algo más, así que llamé a la mesera y le pedí que nos trajera unos cueritos bien preparados, y que fuera cuanto antes, y junto con ellos unas cervecitas para disfrutarlos mejor. Ella lo apuntó y se alejó. ¡Cuál sería mi sorpresa cuando vimos regresar a la chamaca ésta con tres strippers listos para la acción, y claro, con las cerbezas que pedí! ¡Úuups! ¿Tendríamos facha de gays, para que la mesera entendiera tan literal mi pedido? Bueno, no era momento de masticar el asunto. En seguida tomamos las sillas como defensa para evitar que se nos acercaran mientras nos explicábamos con ellos. Entonces la mesera lo digirió y entendió lo que pedíamos. Los muchachos se retiraron meditabajos y cabizbundos, y nosotros nos volvimos a sentar. Obvio nos quedó un mal sabor de boca por el momento que pasamos.
Ya para retirarnos, por si me faltaba algo, cuando pedimos la cuenta y mientras esperábamos que nos la trajeran, le empecé a contar a mi amigo que sufría de problemas estomacales y también que sufría de colitis. Claro que él se extrañó, pues no veía la razón de mis malestares. El problema fue que yo no noté que la guapísima mesera –que con motivo de tantas cosas que me habían ocurrido en su presencia, ya comenzaba a parecerle simpático y parecía coquetearme—se acercó a darnos la cuenta, justo cuando yo le decía a mi amigo que traía el intestino muy inflamado y me urgía ir a desempacar, evacuar, descomer, etc. La niña hizo cara de asco y se alejó rápidamente… ¡qué coraje! Así fue que se cumplió en mí el dicho de:
Del plato a la sopa, se cae la boca.O esa es la idea.
Cuando íbamos de salida del lugar, mi amigo tomó un tenedor y picó con él un sope que era de la señora de la mesa de al lado (sí, al sope, tonto, tarado, etc, de su esposo), pero la mujer lo defendió en seguida y le sacó el mole a mi amigo… un plato de mole que pidió para llevarle a su mamá.
Vaya aventuras, por eso no es nada bueno encontrarte con este tipo de amigos ocasionales, puesto que te meten en muchos líos. Lo bueno de todo esto es que me dejó una moraleja: siempre acude al baño antes de ir a comer con un amigo.