jueves, 20 de mayo de 2010

Crónicas de un muerto parte II: Al que muere, Dios no lo ayuda...

[Continuación]

Anoche la pasé fatal: Desde antes de ir a acostarme junto a mis demás compañeros, empezaron las molestias.

Estábamos todos juntos cenando –como ya dije, alimentos perecidos--, cuando tocaron a la puerta un montón de niños muertos de hambre. Pero eso no fue lo que me sorprendió, si no a lo que iban: ¡venían a pedir su muertito! ¡Háganme ustedes el favor…!

Les expliqué que en la tierra solo se acostumbraba pedirlo en una fecha en específico, y no era esta noche pero… aún no terminaba de hablar cuando ya querían lincharme, así que no tuve más que acceder a sus demandas. Entonces, volví a la cabaña, tomé por sus escasos cabellos a uno de mis compañeros, y se los saqué a los niños; luego de lo cual cerré la puerta sin contemplaciones.

Claro, la molestia de los niños era de esperarse, así que arremetieron contra el que expuse ante ellos, dejándolo en una lamentable situación. y además emprendieron una ruidosa gritería y alaridería por espacio de varias horas, hasta que se hartaron y se fueron. Pero mientras no terminaban por largarse, nos fue imposible conciliar el sueño.

Luego, ya que por fin hube de dormir, las pesadillas no me dejaron en paz, y a cada momento despertaba sobresaltado por caras pequeñitas con risas malévolas que me perseguían.

Luego, para acabarla de amolar, les juro por mi honor que a media noche ¡sentí que se me trepó el muerto! Y cómo no, si uno de mis compañeros fue al baño y cuando regresó se equivocó de cama y se me echó encima… Ustedes concordarán que tenía que aplicarle una llave mortal para tirarlo al suelo, ¿verdad?

Así y todo, sobremorí la noche y amanecí. Entonces, uno de los que considero ya mi amigo, porque es con quien mejor conmuero, me invitó a almorzar a un famoso restaurante de la zona, a lo que yo acepté encantado. Según él me dijo, ahí solían acudir diversas celebridades, y yo tenía mucho interés por conocer a alguna.

Dicho y hecho: nada más entrar, alcanzó mi amigo a divisar en una mesa perfectamente bien acomodado y atendido, a nada más y nada menos que uno de mis autores favoritos: Alejandro Dumas. Aunque mi emoción fue grande al pensar en que podría saludarlo e intercambiar algunas palabras con él, también he de reconocer que hubo parte de desilusión al reparar en su aspecto físico, pues yo lo imaginaba diferente a lo que me encontré: no es alto, bien parecido, corpulento ni atractivo; es gordito, bajo de estatura, con gafas de fondo de botella… ah, pero eso sí, no tiene un pelo de tonto, puesto que es calvo.

El problema surgió cuando le hice precisamente ese comentario chusco a mi amigo pensando que nadie nos escuchaba, pero como suele ocurrirme, estaba rotundamente equivocado: a mi amigo se le ocurrió tomar la mesa que estaba justo junto a la del escritor, pero obviamente, yo no lo noté; y cuando le hice el comentario a mi acompañante, Alejandro pudo escucharlo al pie de la letra… quería matarme con la mirada. Fue imposible cruzar una palabra con él, y así arruiné el encuentro más interesante de mi… ¿vida?

Al salir del establecimiento me sucedió algo insólito: justo antes de bajar de la acera para cruzar la calle, estuve a punto de ser atropellado por Caín, que venía huyendo de su hermano Abel que lo perseguía con un machete en la mano. ¡Vaya usted a saber por qué!

Más tarde, procedimos a realizar otras actividades, porque déjeme decirle, estimado lector, que acá no faltan distracciones para matar el tiempo: algunos gustan de jugar a la pelota, aunque son pocos, puesto que el juego es muy aburrido; la mayor parte de los minutos de partido es tiempo muerto. Otros practican natación, tenis, golf, etc. Pero a mi amigo y a mí nos gusta el tiro al negro (acá está prohibido usar el color blanco, se considera una traición a nuestra patria). Aunque siendo sincero, soy muy malo, no acierto ni un tiro aún; y es que ustedes entenderán que para este deporte, hay que ser muy vivo.

*****

¿Saben? A pesar de que no puedo quejarme del trato que se me da por acá, y tampoco puedo decir que no tengo cosas interesantes qué hacer, sigo teniendo un fuerte deseo: ¡me muero por regresar a la tierra!

Continuará...

7 comentarios:

Danielov dijo...

Pues es mucho más divertida su ¿vivencia? del más allá que la de Dante Allighieri. Le voy más a la suya.

Yo creo que más bien Abel quería regresarle su machete a Caín, pero el otro ya no lo quería por sus pésimas condiciones. Así que seguro todo fue un malentendido.

¡Ya acabe!

Quién dijo...

¡qué divertida murencia!

Krstn dijo...

Nooombre, con semejante nochecita debes estar muerto de sueño...

Y yo que creía que por aquellos rumbos se "descansa en paz"

Novak dijo...

No sé pero de verdad que tienes una redacción muy entretenida. Me gusta bastante tu manera de escribir. Ya quiero leer la continuación. Y ojo a aquél que dijo alguna vez: 'Las secuelas siempre son malas'. No lo creo así.

Anónimo dijo...

DarkNina
wow jejeje rudo jaja me sigue gustando como te expresas mi kerido David un día de estos hay que juntarnos para escribir juntos jajaja seria una obra maestra

Diana Vzqz dijo...

disblos,,, muchas cosas que decir.... NO ERES CIEGO!
decidido, lo cual causa una terrible decepcion en mi ser
pero que puedo hacer si no aceptar mi ingenuidad? solo eso....
bueno tremendas aventuras, aun que neta que la kagaste con alejandro! o sea no mamez quien se encuentra a alejandro dumas asi como asi?

FLOR dijo...

HOLAS, OIE QUE INDISCRECION LA DE ALEJANDRO DUMAS, JEJEJE NO MANCHES, QUE BUENA NARRACION, DE CASUALIDAD....¡¡¡¿NO VISTE A MICHAEL JACKSON??!!!!!