miércoles, 24 de marzo de 2010

EL "DESPERTAR" DE UNA NOCHE DE VERANO III

-Oye, ¿Cómo viste a Rodrigo, no lo notaste extraño? --Preguntó Diego a Paula con un dejo de interés mal disimulado--.
-La verdad no sé, yo estaba más preocupada por ocultar mi nerviosismo…
-Pues lo hiciste muy bien. Me sorprendió la tranquilidad con la que lo saludaste y platicaste con él. Yo creo que él estaba más nervioso, y... sigo pensando que su actitud no era normal.

Mientras se desarrollaba esta conversación, Diego y Paula caminaban tranquilamente por la explanada de una plaza pública. Los sucesos ocurridos durante aquellos recientes días, tenían a ambos muy pensativos. Ahora Paula se sentía confundida; era obvio que ella también había notado algo diferente en Rodrigo, pero no estaba segura a qué atribuírselo.

Por su parte, Diego estaba seguro de que Rodrigo tenía algo en mente, y podría apostar a que el interés de Rodrigo hacia Paula había aumentado a raíz de la carta recibida, y del rompimiento con su novia. Además, estaba Mauro y su confesión por supuesto... pero había algo más que lo inquietaba: Paula era una amiga muy querida, la conocía de varios años atrás y la estimaba mucho, así que le importaba la decisión que fuera a tomar. Pero... ¿era únicamente por el cariño que le tenía?

Al día siguiente Diego se encontró con Mauro y, por supuesto, el tema que Diego temía no tardó en surgir:
-¿Y qué hay de nuevo, has hablado con Paula? -preguntó Mauro.
-Ehh... sí, de hecho ayer estuve con ella. Por cierto, te mandó saludar.
-Que bien… Y qué tal, ¿todavía no ves algún cambio en ella?
-No, en realidad todo parece igual, o al menos esa impresión me dio. Creo que es mejor que esperaras un poco más, que siguieras siendo su amigo hasta que ella se sienta más atraída hacia ti, por lo pronto no te precipites. Claro, es lo que yo opino.
-Si, tienes razón. Es difícil estar con ella y no poder expresarle lo que siento, pero creo que es lo mejor por lo pronto. Pero tú síguele hablando bien de mí, ¿eh?
-Claro, tú de eso no te preocupes.
Por el rostro de Diego cruzó una sombra imperceptible para Mauro, y no dijo nada más del tema.

Aquel domingo había quedado de salir con Mauro para divertirse y pasar un buen rato, pero la tarde le pareció eterna. Cuando al fin regresó a su casa, no perdió un minuto y se dirigió al teléfono para llamarle a Paula:
-¿Hola? -respondió ella al tercer tono.
-¿Paula?
-¿Si?
-Hola, habla Diego. ¿Cómo estás?
-Bien, gracias. Estoy terminando algunos pendientes, ¿y tú?
-No me quejo. Acabo de regresar de con Mauro, fuimos al Auto-show, tú sabes, cosas de hombres. Por cierto, le di tus saludos, y él también te manda saludar.
-Ah, muchas gracias. Qué bueno que se divirtieron, --Diego esbozó una sonrisa irónica—yo me la pasé ocupada todo el día.
-Mmm, pobre de ti. ¿Y sigues ocupada? ¿Te interrumpo?
-No, para ti siempre tengo tiempo. Además ya terminé lo que estaba haciendo. ¿Por qué, quieres hablar?
-Bueno, no exactamente, en realidad te quería invitar a tomar un café el miércoles, y entonces sí platicar.
-Perfecto, me parece buena idea. También yo quería hablar contigo, no hemos tenido mucho tiempo...”
Diego hizo un gesto extraño-Si, ya sé de qué quieres hablar. Y no te culpo.
-Bueno, sí es de la persona que estás pensando, pero no del tema que te imaginas.
-Ok, entiendo. Es de Rodrigo ¿cierto?
-Claro. Pero dejémoslo así, el miércoles te digo de qué se trata.
-De acuerdo. Entonces paso por ti como a las 6, ¿Está bien?
-Si muy bien. Nos vemos entonces. Cuídate.
-Igualmente, hasta el miércoles. Chao.
Y colgaron.

Al dejar la bocina sobre el aparato, Diego suspiró muy hondo y se quedó pensativo unos segundos. Su semblante reflejaba la angustia en su mente. ¿Qué era lo que tenía que hacer? La lucha que había en su interior no lo dejaba pensar con claridad. Al menos, tendría tres días para aclarar sus ideas... -¡Tres días! Serán eternos y cortos a la vez, -pensó desesperado.

Se fue a acostar por fin al dar las 12 de la noche, pero le fue imposible dormir bien. En su trabajo al siguiente día no mejoraron las cosas, y es que su concentración no era la misma aquella mañana, y por eso se ganó el reclamo de algunos compañeros por tareas mal realizadas, y de su jefe inmediato por la tardanza en finalizar algunas otras.

Para su fortuna, llegó la hora de almorzar, y él prefirió salir a comprar algo fuera de la oficina para despejarse. Al ir caminando rumbo a un establecimiento de comida rápida, sonó su celular, y se sobresaltó. Reponiéndose, lo tomó y contestó:
-¿Hola?
-Que onda amigo, soy Mauro, ¿cómo estás? ¿No te interrumpo?
Diego trató de que su voz sonara calmada y normal al contestar. Obviamente ya sabía quién era desde antes de responder la llamada, pero aprovechó el tono sobresaltado de su voz para darle un aire de sorpresa. -Hola. No te preocupes, estoy en la hora del almuerzo. ¿Porqué, necesitas algo?
-Bueno en realidad solo quería platicarte algo.
-Dime, mientras compro algo.
-De acuerdo. Lo que sucede es que… ya he tomado una decisión, y te lo quise comentar, pues porque eres mi amigo, y para que me digas que opinas. Tal vez no cambie la decisión, pero aún así me interesa saber lo que piensas: mi intención es invitar a Paula a salir este miércoles, y de una vez por todas empezar a darle a entender lo que siento; y total, si se da el momento y el lugar, tal vez me sincere con ella. Quizás...
-Espera, ¿dijiste el miércoles? -lo interrumpió Diego impulsivamente.
-Ehh… sí, ¿por qué?
Entonces Diego se dio cuenta de lo que había hecho y rectificó: -No no, continúa. -Pateó una piedra mientras que con la mano libre se rascaba la cabeza.
-Bueno, es eso, quizás funcione. ¿O tú que crees?
-Bueno, es tu decisión. Yo en realidad no estoy muy seguro de que sea lo adecuado, pero si tú te sientes preparado y crees que ella pueda reaccionar bien, bueno... pudiera suceder.
Diego estaba muy incómodo con esa conversación, y lo denotaban sus constantes titubeos y evasivas.
-Te noto muy extraño, -replicó Mauro inquieto -¿te sucede algo?
-No es nada. Tal vez el estrés en la oficina, hoy ha estado pesado el trabajo. -No supo si su mentira sonaría convincente pero continuó —Hay veces que el jefe se levanta de malas, sobre todo los lunes.
-Está bien, trata de no inquietarte demasiado. -Tampoco estuvo seguro Diego de que su amigo se lo dijera por haberse tragado el cuento o por restarle importancia a su evasiva —Entonces, está dicho: el miércoles…
-Oye, ¿no crees que el miércoles es muy pronto? ¿Porqué no te esperas una o dos semanas más?
-Sí lo pensé, pero la verdad ya me cansé de esperar. Si va a funcionar, igual será el miércoles que dentro de dos semanas, y si no, así me puedo estar durante un mes y nada va a cambiar.
Diego sonrió irónicamente, de momento no supo que contestar, pero luego dijo: -Como quieras.
Entonces tuvo el presentimiento de que su vida no volvería a ser la misma a partir de aquel momento. —Bueno, te dejo. Ya voy a comprar mi comida y tengo poco tiempo para comerla. Si quieres te marco en la noche.
-De acuerdo. De cualquier modo pensaba llamarle a Paula ahora mismo. Espero encontrarla en su oficina. Nos vemos luego.
-Adiós.
Diego no pudo evitar sentir un poco de remordimiento, pero tal vez ya no había mucho que hacer.

Mauro sabía que su amigo no era el mismo. Por alguna razón aquella llamada le había dejado un mal sabor de boca. Y lo peor era que no tenía idea de qué sucedía, o si de verdad pasaba algo. Pero ¿qué podría ser? ¿No era Diego su mejor amigo? -¿Entonces por qué rayos te preocupas? -Se preguntó regañándose por su desconfianza.
En aquel momento cruzó por su mente un rostro, y todo lo demás pasó a segundo plano. Tomó el teléfono y marcó. Esperó unos segundos y la voz de la mujer que deseaba escuchar le respondió: -Hola Mauro. ¿Cómo estás? Milagro que me llamas a mi trabajo.
Por supuesto Mauro se desconcertó por un segundo, pero era obvio que Paula reconoció su número en el identificador. -Hola niña. Pudiste haberme permitido cambiar las frases de identificación de costumbre… pero está bien. --ambos rieron suavemente —Y bueno, disculpa por no haberte hablado últimamente, solo que no me gusta interferir en el desarrollo de la empresa donde laboras entreteniéndote al teléfono en horas hábiles.
Volvieron a reír, y Mauro creyó haber iniciado con el pie derecho.
-Claro, sobre todo porque yo soy el conducto de tantos documentos trascendentales para esta empresa –replicó Paula satíricamente.
-Bueno, aunque voy a ser breve, espero no interrumpir ninguna transacción comercial de ámbito internacional que…
-¡Basta! –interrumpió Paula entre risas —En vez de utilizar tu habitual intrincado lenguaje, mejor dime para qué soy buena.
-Está bien, aunque ya me cortaste la inspiración. Te llamo solo para invitarte a tomar una nieve, o algo así, para que podamos platicar un rato. ¿Te parece?
-Si claro, suena bien, ¿Pero cuándo, hoy?
-No no, hoy es muy apresurado, y mañana yo tengo cosas que hacer en la noche. ¿Qué te parece el miércoles?
-Mmm… es que el miércoles ya tengo planes.
En cuanto escuchó eso, palabras sueltas tomaron forma de golpe en la cabeza de Mauro, y sintió nuevamente el aguijonazo cruel de la desconfianza.
-¿Con Diego?-Preguntó con recelo.
-S… sí, –titubeó de pronto Paula -¿Te lo dijo él?
-No exactamente –y su semblante se ensombreció —pero creo que ya lo sabía.
-¿Por qué? ¿Qué te dijo Diego?
-Nada… olvídalo. Entonces lo dejamos para después.
-Si claro, cuando tú quieras, el jueves o el viernes también estoy libre.
-Déjame ver. De cualquier modo yo te aviso luego. Ya me tengo que ir, tengo que completar unos contratos.
-Está bien, cuídate mucho, avísame cuándo quieres que salgamos.
-OK. Chao.

Mauro colgó el teléfono con otro humor completamente diferente que cuando lo había tomado para llamarla. Por supuesto que no era nada raro que Diego saliera a pasear con Paula puesto que eran muy buenos amigos. El problema radicaba en que Diego no le había comentado nada tan solo unos minutos antes, y aún más, lo inquietaba aquel titubeo al mencionarle el día en que pensaba invitar a Paula. ¿Por qué no simplemente dijo que ya tenía planes con ella? ¿Por qué no lo detuvo cuando le comentó que iba a llamar a Paula en ese momento para invitarla, y aún más, cuando le había confesado que había decidido declararle sus sentimientos?

Al llegar a su casa no se sintió mejor. Estaba muy inquieto y no encontraba cómo distraerse. Entró en su estudio y vio el foquito de la contestadora parpadeando: “3 mensajes nuevos” marcaba la pantalla. Por supuesto no debía de ser nada bueno. “Enfrenta tus miedos”, pensó Diego y pulsó el botón para escucharlos… el primero era de su hermana, lo invitaba a cenar el viernes a su casa. El segundo era de un compañero de la oficina encargándole que llevara unos pendientes al día siguiente. Y el último era de Paula: -Diego, soy Paula. Nada más te hablaba para confirmar lo del miércoles, y para preguntarte algo: hoy me llamó Mau…
-¡Rayos!.
-…ro, y me invitó a salir el mismo día, pero me dijo que había hablado contigo y que tú no le habías dicho nada. No sé, tal vez sea mi imaginación pero sentí como que había un problema entre ustedes. Mmm… bueno tal vez estoy exagerando pero él se quedó muy extraño cuando colgamos. Si puedes háblame.

Diego ya lo esperaba en cierto modo pero no pudo evitar sentirse más tenso todavía. No tuvo elección y decidió llamar a Paula. Platicaron brevemente, pues ya era noche y ambos tenían que levantarse temprano al día siguiente. Diego solo le confirmó el plan, y además le explicó que cuando Mauro le había llamado, él estaba algo ocupado y distraído y que no había prestado mucha atención a la conversación, pero que no era nada de lo que temía ella. Paula pareció conforme con la explicación, y se despidieron.

En aquellos dos días restantes Diego siempre tuvo el temor de recibir una llamada no deseada, cosa que nunca sucedió para su fortuna. Y al fin, el miércoles por la tarde, se apresuró a salir temprano de su oficina y dirigirse a casa de Paula para recogerla. Al llegar, ella ya lo estaba esperando. Juntos subieron al coche y se encaminaron a un restaurante muy “bonito y agradable”, según dijo Diego, al cuál la iba a invitar a cenar.

Efectivamente, al llegar, el restaurante fue del agrado de Paula, porque, además de bonito, era muy elegante, cosa que ella no se esperaba a tal grado. Tomaron su mesa y pidieron una bebida.
-Y bien, ¿De qué querías platicar? -Preguntó Paula intrigada.
-Bueno, es algo personal, pero mejor platícame tú primero que pasa con Rodrigo.
-De acuerdo, al fin que es algo muy simple. ¿Te acuerdas para qué te dije que le iba a entregar la carta?
-Ehh... bueno, creo que tu idea era desahogarte ¿no? Solo para sacarte la espina por decirlo así.
-Exacto. Yo creí que era una tontería, porque temía que en lugar de sacarlo de mi mente, en realidad solo me ilusionaría con alguna respuesta favorable de su parte, y entonces iba a ser peor. Pero increíblemente, funcionó.
-¿A qué te refieres?-Preguntó Diego sorprendiéndose a sí mismo por la excesiva emoción que sonó en su voz.
-Bueno, el otro día lo encontré en mi trabajo; parece que estaba haciendo algunos trámites porque su empresa realizó algunos servicios a la mía. Y claro, yo esperaba ponerme súper nerviosa y hacer el ridículo frente a él, sobre todo porque no tenía compañía. Pero en lugar de eso, de verdad, sentí que ya no me importaba, lo saludé, platiqué un momento con él de lo más normal, pero ya no fue lo mismo. Lo que creo es que ya pasó a la historia.
-¿De verdad? Bueno, me da gusto por ti, creo… de todos modos, ¿Eso es lo que querías no? ¿Olvidarlo?
-Si, yo buscaba resignación, porque sabía que no tenía oportunidad con él. Pero hay otro problema… Mmm, aunque no sé si deba decírtelo.
-¿Por qué? Sabes que puedes confiar en mí.
-Claro claro, no es eso. Es que temo que pienses mal de mí.
-Bueno, si asesinaste a alguien, tal vez llegue a tener mis reservas.
Ambos rieron espontáneamente, y Diego sintió liberarse un poco de la tención acumulada.
-Tonto… --No podía dejar de reírse-- ¡Claro que no! En realidad es algo menos grave, o al menos eso espero. Lo que sucede es que, acabo de olvidar a Rodrigo, pero…
-¿Qué?
-Está bien. Creo que estoy enamorada de otra persona.
Aquello fue algo completamente inesperado para Diego. Definitivamente no contaba con eso, y ahora no sabía ni qué pensar. Obviamente, su nerviosismo empeoró notablemente.
-¿En serio? Pero…
-Bueno, en realidad no estoy tan segura, pero eso creo al menos de principio.
-Y… ¿se puede saber de quién?
-¡Por supuesto que no! No hasta que tú me platiques cuál es tu situación.
-¡¡Pfff!!, no me hagas esto. –Diego había terminado por destrozar la servilleta con la que jugueteaba por debajo de la mesa, y ninguno de los dos había tocado siquiera su bebida. —Si no me platicas de quién se trata, yo no me voy a poder concentrar para platicarte mi asunto.
-¡Al contrario! –Replicó Paula, quien tampoco podía quedarse quieta con sus manos algo sudadas y temblorosas —Mejor que no te diga hasta después…

Entonces apareció el mesero con las cartas. No habían notado que sus bebidas estaban intactas, y rieron nerviosamente. Aún así, pidieron algo ligero para comer, prácticamente para despedir pronto al mesero.
-Ya estuvo bien de tonterías, quiero que me platiques que te pasa. -Lo instó Paula.
-Está bien. –Dijo con un gran suspiro. —Sucede que… bueno, debes entenderme, no sé si estoy haciendo lo correcto, así que será difícil para mí, pero de cualquier forma te lo diré: Yo también creo estar enamorado. Y el problema es que no sé si es la persona correcta o no.
-¿Qué? –Aquella era una noche de sorpresas. Paula tampoco tenía la menor idea de aquello y se ruborizó ligeramente. —Vaya, parece que he estado muy distraída con tantas cosas en mi cabeza, que ni lo había notado. Y supongo que me vas a chantajear para que yo te diga el nombre y luego tú me digas el tuyo ¿Verdad?
Rieron, pero visiblemente diferente, cada uno ocultaba su sentimiento con la risa.
-Sí, era el plan, pero puesto que lo has descubierto antes de ponerse en práctica, tendré que echar mano del plan B. Voy a tener que confesar.
-Bueno… adelante.
Paula estaba muy inquieta, y no lo disimulaba en lo más mínimo. Afortunadamente Diego no lo notaba, porque él estaba igual o peor. Tal vez este sea el momento cumbre de nuestra historia, cuando Diego, inclinándose hacia enfrente para acercarse a ella por encima de la mesa y tomando su mano helada dijo:
-¡Estoy enamorado de ti!

4 comentarios:

Danielov dijo...

¡Aaaaaaaaagh, me dejó con los riñones en la garganta de la emoción! ¡Tramposo, exigo que acabe de una vez!!!

Anónimo dijo...

Esa Paula como Thalía: arrasando.

Cma

Anónimo dijo...

Y LA CONTINUACIÓN?????????

No me deja dormir esta angustia.

Cma

Krstn dijo...

INSISTO!!

Y LA CONTINUACIÓN!!!!!!!!